Seguro
bandoneón que respiraste
el
humo tóxico de mi melancolía
y en
ríspidos caminos
el
dolor te carcomió la hondura
y no
quedaste ni a la orilla de la bocanada
para regodearte con mi costado errante,
esquina
de faroles
y
pleonasmos de lágrimas…
Seguro,
que contaste a las estrellas
que
se cortó el conjuro con la vida,
que
el manantial de voces oscuras
se
desparrama cada noche
para
avergonzarme ante la espuma.
Que
flota su savia como brizna
y
acompasa el devenir
de
un corazón que se quedó
sin
luz.
su poesía es un gran lujo ¿ya se lo había dicho?
ResponderEliminarle mando un abrazo muy fuerte..
Gracias Francisco, un placer tu visita. Cariños.
EliminarEl epígrafe es de una exquisitez abrumadora. Rictus de tribulación.
ResponderEliminarLaceración endémica de esa lágrima que quedó en el alma a perpetuidad.
Hay un reloj que perdió su propósito, invidente a la locura de perder su belleza.
Tus comentarios prístinos e ingrávidos, son en si mismos un bello poema. Un lujo para mi. Cariños.
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