martes, 1 de abril de 2014

La sabia iniquidad de tu sonrisa...

Otrora era una soledad
que arruinaba los ojos mojados
de una caricia menguante, 
anestesiada,
en la longitud de un cuerpo
que dormitaba 
lánguido…
Oscuro… 
sin lunas comedidas.

Hoy, la soledad es otra,
la de verme en la mañana
de un lunes, 
de antorchas encendidas
por la vocación de mi tristeza…

Todo está lleno de vacíos…
Vacíos llenos de nada…
Taciturno el encanto
que remodela el enjuague 
de conjuros obscenos
de una melancolía apagada…

La soledad de un luto encinto
que agobia por los senos
de una ecuación equivocada…

Es tangible la concavidad
del tálamo,
que arropó la ausencia 
de mi alma…

Es más certera
la esquina de los suspiros
suplantada por el iris 
de tu boca blanca…

…ya sé, 
que somos invencibles…

Imposibles porque ya nada
nos avala…
Yo del lado de las manos,
tú del lado de la arena blanda…

Es la sabia iniquidad de tu sonrisa
o la prudente clandestinidad en calma…

Ya sé que somos indulgentes,
que nos mordemos las pieles 
en los besos…
que la noche se muere de envidia,
porque a pesar de todo,
nos cruzamos la ventana de la risa,
nos levantamos de la nieve
en la insurgencia de la vida
y nos morimos de amor
cada mañana…