Amanece en la intimidad de mis leyendas,
y en la clandestinidad de tus soles
un sorbo de pieles oleaginosas
se resbala por el claroscuro de la risa.
Nutre el vástago silencio
de terciopelo y aquelarres.
Amengua el tórrido destino
de las lágrimas
con un traspié en los dientes
que tejen deshoras en los labios,
una crisálida se presume tibia
y un alado toque de sirenas
se arrulla en la memoria…