lunes, 22 de agosto de 2011

A veces la vida...

A veces la vida...

se alegra de tenerme,

en la parte que me toca de sentirte...

de abrumarme en las sienes de tu lluvia

que tu pelo me ha mezclado de cerca

en los robustos silencios...

acribillados de tus goznes,

de los oscuros caminos de tu boca.

A veces la vida...

me regala esta pizca de tu piel

sobre mi frente.

Este sollozo de preguntas

que resbalan por tu vientre

endemoniado color de tus sombras,

que predican un amor

sin pretenderlo.

Hondo el candor de sentirlo todo...

te vas y me dejas en tus ojos,

estrías de amor impenetrable,

que arderá para siempre...

La mirada de los niños sin sueños.

Ver esas caras,

tan sin dueños…

ver esos rostros

tan de miedo…

ahogarme

en la impotencia

de mi rabia

y fenecer

en la hipocresía

del silencio.

Tan de nada,

esas pieles vencidas…

tan de nadie

esos niños curtidos…

Se me escapa la sangre

de dolor enardecido,

por los sueños muertos

antes de haber nacido…

Un canto pintado de sublime


Ya sabes que susurro lo que siento…

Ya lo sabes….

También sabes que la declaración de las espumas es perenne

que se eleva por los sismos de mi cuerpo

y en plena levadura se yergue en canto pintado de sublime

porque el arco y la flecha que suspire

pronunciará tu nombre ….

Y te enmarco en mis sueños cada noche

y te siento

como el dueño de mi almohada que lejano, seduce.

Porque haces que resbalen las palabras como seda de abalorios

en cuentas regresivas hasta el centro del ardor y del espasmo

por que ansío que el camino del agua se haga sólido

y tus manos que dominan esa alquimia se conviertan en mi espacio…

Ya lo sabes…..

Aquella pretendida ingeniería...

Áspera la noche de tus lágrimas.

Son instancias que llevo con la untura,

que encuentran sales con tu espuma

y van dejando memorias en la cama…

Bajorrelieves secos, luminosos,

huellas que reeditan un camino

que orada lo sinuoso de la boca…

Talladas las historias de la infancia,

azules los recuerdos del destino,

rojas las heridas abiertas

que bordaban tus rodillas infinitas…

En cada sepultura de aquel niño

que se tragó la ataviada puñalada,

de los mercenarios golpes que acusó,

tan fría,

aquella pretendida ingeniería

privada y oblicua de palabras…

Remolques de silentes “no me olvides”

que hoy sublimes, invaden las metáforas.

Tus lágrimas, pequeño,

son esculturas de aciagas madrugadas…

Sin salida...

Apenas el roce en la superficie del beso

como aguamarinas de abalorio,

un manjar deshidratado,

un desencanto,

se agranda en el costado de la arcilla

que modela el pensamiento.

Retiene la sencillez de lo genuino

la plácida cobija de mi anhelo.

Sensación de terciopelo

teje la gloria de los verbos,

sin bordes

topológicamente invaginados.

Una lágrima

cae

no sé donde,

en el despropósito de un laberinto

sin salida…

amorosamente trajinado.